El cuarto a oscuras en su totalidad, o casi. Le gustaba la oscuridad sólo para profundizar el clima conspirativo. Preparando la cena para después de las siete de la tarde, y después a la cama, aún habiendo sol para broncear becerros. Lo pensó machacando los conceptos. Los analizaba palabra por palabra: “si el dios es hombre, el hombre es mortal; por lo tanto, dios es mortal; pues, he aquí la clave, el énfasis de nuestra tarea está en matarlo” y otros silogismos colorados similares.
Cuando no conspiraba, era fóbico a las penumbras. Lo encerraban de forma tal que no pretendía esperar ni ser esperado por alguna pulsión, alguna situación que lo excitara.
Hipocondría permanente, que suplantaba las conversaciones sobre regalos, cumplidos, mujeres, Artaud lo negaba, como al dios perro, al can zarista.
Cuidaba bien del niño, hasta que el baño de Constitución lo colmó, sabía de lo que hablaba por la vieja de miseria y delantal. Escondía sus medias en botellas de coca vacías, las mismas que se usan como recipiente de sangría popular. Por dentro daba vergüenza, o por lo menos así ella lo sentía y lo daba a entender.
Mataba el tiempo hablando con taxistas que la retuercen del cogote mientras beben de su néctar. Era extraño, pero laceraciones profundas rondaban su tez, ojos hundidos, quién sabe si estaban sombreados. La sangre agolpada en sus ojeras daba ya un maquillaje perfecto. Palidez post-mortem que la diferenciaba de la sombra de mi ego.
Volvía de trabajar con la garganta pegada, la falda sobre la cintura y los tacones rotos. Su peinado era increíble. Mientras que la materia no existe si no es en movimiento, su peinado se mantenía estático, por más que la resistencia peronista corriese por sus entradas, permanecía en su dureza, su felación.
Seis pibes, dos guachas. Pecas o mugre, se confundía así a su prole. Encorvado, ojeroso y gordo como Lanata. Pero sin la esposa. De los padres que repiten la lista de nombres de todos sus hijos (obviamente, su orden será en escala desde quién es el preferido hasta el último, que será el sujeto) como acto fallido.
Obrero de call center que se hace elevar. No existe, no yace. No ceya. No Aye…ah si, “c”. El aparato es lo peor que te pudo pasar. La ausencia de contacto, de dúo, la falta de… la falta de generosidad. Es OnoSerMiseria una paradoja? Si, es un ego jugado de a dos. O de a tres, o cuatro. Esto es reciente.
Doblar las voces, pasteurizar, coimear, el tiempo sí existe. “Los milenios, centurias, siglos y décadas. Los años, meses y días. Las horas, minutos, segundos y subsiguientes. Simples (o no tan, todavía causan crisis) conceptos para mesurar la explotación capitalista, la alienación del hombre, la rotación planetaria. Pura cháchara”.
Y qué me dice de la matemática? Nylon, Uhu, estaban simbiotizados. Como si les hubiera pasado por encima el Cordobazo. Muertos, callados como en velorio de prócer.
Drogas de diseño, diseñador de modas. Estudio prominentemente artesanal. Laura que no sabe para dónde escapar, yo tampoco, no os preocupes. Era retrato de Flor, de una flor, una flor amarilla.
Nos encontramos cuando nos vemos, cuando no. Cuándo no? Era muy bonita. Tenía las piernas más bonitas. Más oscuras que al principio. Basta de dúo, viva el solista y/o trío.
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