miércoles, 1 de agosto de 2007

Tallos de Flores Secas


Tallos de flores secas, arrancados como pestañas del césped.
La hendija deja ver las marcas en su cara.
Tenías las uñas llenas de tierra, de excavar en tu inconsciente, en la pared.

La rueda de un monociclo aplasta tu rostro, envuelto en suciedades del año veinte.
Salía agua de tu nariz. Agua turbia de nube que opaca tu compresión.

Jalabas de las raíces que sostienen al cervatillo. Una lanza atraviesa su cuello, sin embargo sigue preparando el té.
El conejo y el sombrerero loco terminaron su infinita merienda. Quién sabe algo de Alicia?

Mientras tomaba agua para bañarme de tus manos, pensaba en la grieta del techo. Se caen todas las propiedades en Babilonia.
Acaso sirve cruzar a nado la mar? El flaco no lo creía en realidad. Reía a carcajadas, con un phaser entre las piernas, que temblequeaba su postizo delantal.

Un piano en tu cavidad torácica permite que puedas sonreír. Doscientos años no es tanto tiempo.
Caías del árbol muy seguido. Un día te partiste en dos pedazos. Uno para aclarar los tiempos que nunca pudimos seguir, cuando nos dispersábamos viendo cómo los pájaros comían de sus ojos que perpetuaban la celda de la que no salimos jamás. Otro para preparar la cena, que, ansiosa, aguardaba esa afinación tan deseada y tan odiosa de no alcanzar a los talones de Aquiles, que a su vez jugaban un rol importantísimo en la fotosíntesis del parabrisas.

En resumen, el limpiador no poseía una orilla de cejas, sino que pensaba tanto que su cabeza parecía un motor V ocho. Era por eso que de noche no pudimos pernoctar durante diez minutos. Su estrategia era matarnos del aburrimiento. El marfil alcanzaba su objetivo, estábamos cargados de sustancias alucinógenas. Solo que no habíamos consumido nada, era todo secular. Tan secular que nos perdimos en nuestras casas.

No nos encontramos.

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