miércoles, 19 de diciembre de 2007

Heces, campanas, foquitos de luz, lu.

Pasan las horas, tic-tac efímero, y yo sigo apretando las muelas. Maquinitas insoportables, maquinitas indescifrables. Perdón por el miedo, pero suele ser de a ratos que me agarra, como cuando el sueño ya es bostezo, y la linterna atrapa bichos.

Crecí con gente idiota, crecí idiota, crié un idiota, aunque fueron malas las veces que nos vimos. No sabía de qué hablarte sin que te pusieras a llorar. Ni que fuera macho peronista, todo lo contrario, paso el tiempo con sismos en la entrepierna. Dios es empleado, empleado de mostrador. Da para recibir, recibe para dar, intercambia, permuta o canjea ticket restaurant.

Pantalones harapientos, zapatillas mugrosas. Libro gordo bajo el brazo y mate en mano, mi debilidad. La pierna más bonita. “Que pieza más bonita…!”, y me bastaba para arrojarme encima suyo. No precisaba más que palabras, ticks de la revolución. Tiempo, tanto, tan poco. Ni muy muy, ni tan tan. Un pie en la cancha y otro en el cordón. Sabría bien qué decirte si me miraras, apuntaras tus ojos hacia mí por un segundo. Tiempo tanto, tangos al espacio.

Es eso, un flash, un flash en Frappè. Las paredes se caen, en nada se parecen a Ciudad La Paz, y menos a mí. Me cambia el peinado, me resalta los ojos. Me manché el pantalón pensando en plantas, plantas altas, plantas bajas. Se me marca la sonrisa cada vez que sé que estás mal, y sin embargo me llamo igual que antes. Sigo siendo bueno como inhalar quitaesmalte o tomarse un traguito de kerosén. Es re top en primavera, pero nos fuimos de mambo. Mi cabeza está en llamas, todos me miran (por fin!).

Ahora que me ven, soy odioso, soy malevo y egoísta. Si no me vieran, me pondrían en su mesita de luz. No prendas la luz, la imagen me desfiguró. El punto es que me ven, no importa si bien, mal, lindo o feo. Me ven y no soy buena onda, pero me ven. Y me re cabe. Y me gusta escuchar la radio, porque siempre espero que hablen las dos, o las dos y media, a las vos y cuántas?

Sueño que duermo y duermo tanto que sueño. Me sueño, pero soñando. Y me siguen viendo. Lo que pasa es que sigo apretando las muelas, y las encías me sangran a lo pavote. Y ya tengo las muelas roídas de tanto verte, de tanto verme.

Y ya tengo la sombra incorporada, la tengo por debajo de los ojos, colgajos que me tapan la luz, que me cambian la luz. Y el lagrimal lleno de lagañas, lleno de lágrimas secas, verdadera solución salina, para la tos.

Chernobyl me ama.

Chernobyl me cuida.

Chernobyl se juega y me tira unos mangos, sólo de vez en cuando y si se lo pido bien.

Chernobyl se junta con los pibes a tomar una cerveza, a escuchar charangos.

Chernobyl tiene rostro de mujer, mujer del Sur.

Chernobyl sale de vez en cuando a patearle la cabeza a los que cobran sal, siempre y cuando se retoban.

Chernobyl le borra la cara a la gente. Y no le importa si lo mirás o no, porque le encanta el infierno. Y le encanta sonreír cuando estás mal.



Drawing by Patología.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Autorretrato


El cuarto a oscuras en su totalidad, o casi. Le gustaba la oscuridad sólo para profundizar el clima conspirativo. Preparando la cena para después de las siete de la tarde, y después a la cama, aún habiendo sol para broncear becerros. Lo pensó machacando los conceptos. Los analizaba palabra por palabra: “si el dios es hombre, el hombre es mortal; por lo tanto, dios es mortal; pues, he aquí la clave, el énfasis de nuestra tarea está en matarlo” y otros silogismos colorados similares.

Cuando no conspiraba, era fóbico a las penumbras. Lo encerraban de forma tal que no pretendía esperar ni ser esperado por alguna pulsión, alguna situación que lo excitara.

Hipocondría permanente, que suplantaba las conversaciones sobre regalos, cumplidos, mujeres, Artaud lo negaba, como al dios perro, al can zarista.

Cuidaba bien del niño, hasta que el baño de Constitución lo colmó, sabía de lo que hablaba por la vieja de miseria y delantal. Escondía sus medias en botellas de coca vacías, las mismas que se usan como recipiente de sangría popular. Por dentro daba vergüenza, o por lo menos así ella lo sentía y lo daba a entender.

Mataba el tiempo hablando con taxistas que la retuercen del cogote mientras beben de su néctar. Era extraño, pero laceraciones profundas rondaban su tez, ojos hundidos, quién sabe si estaban sombreados. La sangre agolpada en sus ojeras daba ya un maquillaje perfecto. Palidez post-mortem que la diferenciaba de la sombra de mi ego.

Volvía de trabajar con la garganta pegada, la falda sobre la cintura y los tacones rotos. Su peinado era increíble. Mientras que la materia no existe si no es en movimiento, su peinado se mantenía estático, por más que la resistencia peronista corriese por sus entradas, permanecía en su dureza, su felación.

Seis pibes, dos guachas. Pecas o mugre, se confundía así a su prole. Encorvado, ojeroso y gordo como Lanata. Pero sin la esposa. De los padres que repiten la lista de nombres de todos sus hijos (obviamente, su orden será en escala desde quién es el preferido hasta el último, que será el sujeto) como acto fallido.

Obrero de call center que se hace elevar. No existe, no yace. No ceya. No Aye…ah si, “c”. El aparato es lo peor que te pudo pasar. La ausencia de contacto, de dúo, la falta de… la falta de generosidad. Es OnoSerMiseria una paradoja? Si, es un ego jugado de a dos. O de a tres, o cuatro. Esto es reciente.

Doblar las voces, pasteurizar, coimear, el tiempo sí existe. “Los milenios, centurias, siglos y décadas. Los años, meses y días. Las horas, minutos, segundos y subsiguientes. Simples (o no tan, todavía causan crisis) conceptos para mesurar la explotación capitalista, la alienación del hombre, la rotación planetaria. Pura cháchara”.

Y qué me dice de la matemática? Nylon, Uhu, estaban simbiotizados. Como si les hubiera pasado por encima el Cordobazo. Muertos, callados como en velorio de prócer.

Drogas de diseño, diseñador de modas. Estudio prominentemente artesanal. Laura que no sabe para dónde escapar, yo tampoco, no os preocupes. Era retrato de Flor, de una flor, una flor amarilla.

Nos encontramos cuando nos vemos, cuando no. Cuándo no? Era muy bonita. Tenía las piernas más bonitas. Más oscuras que al principio. Basta de dúo, viva el solista y/o trío.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Feo? lindo? Fué de todo menos buena onda

Me destrozaré si es lo que quieres.
Limpiarse las lágrimas, entrar en trance, en transe, en tranze.
No son como quisimos, como quisiste, como quise. Gris, negro, blanco, amarillos.

Sentado en el cordón, el flaco gritaba a la muerte azul que olvidaba sus ojos, suelo ser perdido.
Como insecto, derecho a la luz, al monitor, al brillo. Jaime sonaba, las acústicas sobraban y yo no entendía nada.

lunes, 5 de noviembre de 2007

No te calles, no te levantes.

Me gustas cuando callas, porque me haces sentir presente...

Incluso cuando das vueltas para verme sufrir de envidia, envidia púrpura de la sangre coagulada.
Levantando adoquines, con las sienes marcadas de tanto sobrarlas, con los ojos dilatados de tanto fumar.
Con la boca reseca por hacer silogismos que nunca volveremos a repetir.

Me encanta cuando el viento provoca lluvias de esos invasores amarillentos, que confundimos entre plátanos, paraísos, chochitos...que se yo. A pesar de que les tenga una alergia terrible, de que mis globos oculares quieran estallar cada vez que se besan con ellos, de que mi garganta empiece a arder cuando los bronquios responden cerrándose, me gusta.

Nunca te imaginaste el recorrido del impulso nervioso?
Tomemos el ejemplo de mover la mano o los dedos.
Del cerebro a la médula espinal, de la médula espinal al hombro, del hombro al brazo, luego el antebrazo, salteando el codo que, muy asqueroso él, tiene el excedente de piel más feo de la naturaleza. La muñeca, la palma, cada una de las falanges levanta el dedo de forma fálica, erecta.

Es un poco así como hacemos pie.


Patología.

domingo, 21 de octubre de 2007

Adiós gotas, adiós...


"Sentí de repente la urgente necesidad de tener que lavarme las manos, de frotarlas para quitarme la mugre, la transpiración provocada por aquel tipeado a velocidad inconcebible. Caminé desesperado al baño, a pasos agigantados, llegando en un tiempo récord al lavabo y abriendo la canilla para reponer tal delito orgánico".

"Al final, me sentí completamente limpio, aunque sólo había lavado mis manos con el jabón color naranja y sumergí mi rostro en el charco artificial. Cuando terminé de secarlas con la toalla harapienta, me di vuelta y sucedió lo peor. La luz prendida indicaba que había dejado (inconscientemente) algo pendiente en el toilette".

"Intermitente, epiléptica, desesperante, se llevaba a cabo una de las peores torturas hasta hoy existentes: la gota. Marcaba el pulso que despertaría más tarde mi obsesión, o podría generar un brote psicótico en mi cabeza".

"Fué una batalla dura contra el grifo, hasta que finalmente logré vencer, de manera inesperada al falo metálico que me brindaría una de las más grandes excusas de mi locura: el agua. Creo que puedo soñar cuantas veces se le antoje a mi retorcido cerebro hacerlo".



Picture by: castroma@gmail.com

martes, 16 de octubre de 2007

Con la manga, seca su nariz


Es esto que me tiene atado al suelo. No podría describirlo como algo material, concreto. En vano sería intentar pensarlo en abstracto, sabrás entender supongo…

Bolsitas de nylon, es casi un sustento. La campera de jean que le regalé al otro chico.

Las mangas del buzo, estiradas hasta las rodillas, todo el buzo estirado en realidad. Las puntas de las mangas llenas de moco y lamparones de bencina.

Cuando puedo ver mi reflejo en algún bar o en una vidriera es terrible. Intento no verme. Es algo que no puedo soportar verme así.

La gente me echa, me patea, me ignora. Un chico me dijo que era invisible. Otro me dio una moneda, tenía pantalones flojos. Una señora me regaló el resto del pucho que estaba fumando, esos cigarrillos interminables, blancos, fálicos, con gusto a algún trago horrible que habrá tomado en el casino. Intento rechazar los que tienen la marca del lápiz labial, lo encuentro terriblemente repulsivo, como si la huella fuese la boca en sí, y no lo que dice.

La policía no me trata tan mal como pensás. Cuando no bardeo, no me molestan. Pero cuando me pongo la capa de poxirrán es otro el mambo.

Abrir puertas, cerrar puertas, extender la mano con la palma hacia arriba, mirar a la persona a los ojos, quedar mal parado cuando no te dan nada. Es terrible, peor cuando estás en otra, cuando estás re loco, o cuando tenés paco hasta en las uñas.

Sigo sin recordar la última vez que me tomé un café con leche y medialunas. Me tengo que conformar con un par de galletitas, cuando compramos a la mañana, bien temprano, antes de salir con el carro.

Me olvidé de que te estaba hablando…

Ah, cierto, ese tema de los redondos, Ladrón de Mi Cerebro…lo escuchaste?

jueves, 11 de octubre de 2007

Murmullo del ser inerte.

Vigilando el movimiento de los pasajeros, ocupando un lugar inigualable en el colectivo,
al lado de la puerta. La gente me odia por no dejarla pasar como suele hacerlo, aunque el
ómnibus no estuviera tan lleno, el lugar es bueno. Si te mirás los pies, caes.
El contorsionismo de los descendientes era genial.

Vigilando, a ver si se desocupa un asiento. Y en la carrera (cuando ésto sucede) para llegar
antes de que la vieja voluptuosa descargue la falta de "solidaridad" de algún individuo estático.
Llego yo primero. No tengo ningún tipo de pudor si algún cristiano me mira raro, queriéndome subir a la hoguera. Creo que los viejos están para morirse, no para sentarse. Creo que los jóvenes merecen descansar más que los antigüos, porque tienen una vida entera por delante.

De manera sarcástica, cambio el punto de atención de los graffitis del asiento delantero al rostro de la vieja. No me mira, por miedo, incertidumbre, porque si me mira me putea.

De suerte, el asiento estaba en mejor posición que el anterior lugar. Ultima fila, contra la ventana, que según Cortázar daría una condición de patronazgo.
Pensé que tenía mal olor, o las manchas en mi cara se habían acentuado, porque el chico de al lado se había bajado ni bien me senté.

El hombre de traje se tentó. "Vuelvo de la oficina de estar sentado todo el día, pero da igual".
Se sienta bruscamente, haciendo puntería con el culo, para no caer encima mío y así evitar cualquier tipo de comentario, mirada o expresión incómoda.

Murmuraba, murmuraba como no te imaginás. En el murmullo se sentía cansancio, sufrimiento. Temía del celular, de los demás, de la vieja que lo miraba porque él tampoco le había cedido el asiento. La vista periférica había descifrado que mi mirada estaba atónita en escuchar lo que decía. El ruido del colectivo impedía la interpretación, pero el murmullo era lo suficiente para saber que no me estaba hablando a mí. Ni siquiera se estaba hablando él. Bajó al instante.


Dios, que catársis que me espera en la casa de Martín H.

viernes, 28 de septiembre de 2007

No más nada, todo...















Basta de ir al lado oscuro con tus ojos de platillo volador.
Basta de caerte en los agujeros de los gusanos para tener que sacarte.

La retorcida, garabateada lombriz dentro mío,
me devora de adentro hacia afuera.

Basta de hablar de los viejos días, es tiempo de algo grandioso.

Quiero que salgas y lo hagas funcionar.

Pelá todas tus capas
Quiero comerme el corazón de tu alcaucil.

No más agujeros goteando en tu cerebro

Tantas mentiras
Tantas mentiras
Tantas mentiras

martes, 25 de septiembre de 2007

Inquieto










Qué son estas cosas que siento?
Soy yo, alguien que llevo dentro,
me está pidiendo...
que no me quede quieto mientras crezco.

Quién soy, lo estoy averiguando.
Soy yo, alguien que llevo dentro,
me está diciendo...
que puedo poner el tiempo de mi lado.



Esta vez quiero ir, más lejos que nunca...




Jaime Sin Tierra.

sábado, 15 de septiembre de 2007

From the Sun

De las lógicas y mi piel.


From the sun, salto despacio.

Tanto vos, como yo, tenemos películas por ver.


Una lista, siendo específico.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Para los Arboles




Humedad por todos lados. No llegaba a ser neblina, pero se las jugaba para serlo. La vereda rota, la mierda del perro. Cuando volvía a casa me resultaba todo muy difícil. Peor en los días de humedad, cuando todo lo que pisas es viscoso y resbaladizo.

El viento agitaba las ramas decrépitas de los árboles que se retorcían y, al ritmo de este baile, dejaban caer los restos de la lluvia de hacía media hora. Las sentía tocarme los hombros, sacarme la ropa en esas ocasiones.

Me tomaron entre dos, los árboles, para rasgarme las vestimentas y así, desnudarme completamente. Uno me agarró de los tobillos, abriéndome las piernas. Sentí frío donde nunca lo había hecho. La penetración fue dura en un principio, pero se aguantaba, hasta que decidieron terminar conmigo, dejándome arruinada, tirada en el suelo. Con la cara ensangrentada, veía mitad colorado y mitad oscuridad (mi cuadra es una boca de lobo). La boca me sabía toda a madera y sangre. Las astillas clavadas en mis muslos eran insoportables.

Pude recomponerme y logré llegar al hall de entrada del edificio. Los momentos en el ascensor son los peores. Una mujer hecha pedazos mira, desde el reflejo, a una niña totalmente quebrada. Mi vanidad, traducida por un supuesto maquillaje, se había vuelto una pintura impresionista en mi rostro. El silencio te condena tanto que empezás a respirar mas fuerte, para callarlo. Callarte. Callarme.

Las llaves en el pasillo de estética neurótica son estruendosas. La cerradura se corre, mientras juega a no embocar la llave.




El baño, la cama.
Se secó la planta del comedor.


Planta de los pies...

lunes, 3 de septiembre de 2007

Nota del día: Averiguar dónde bajo...


Como escenografía de una escena clase b de cine independiente. El fondo transcurría, a lo largo del viaje, como pintura barata, como patrones de similitud constante. Aunque, en sí, cada repetición poseía su detalle variado independientemente. Intentar enfocarse en un cuadro, por más pequeño que fuese, era tarea de monjes. Por más que hubieran afiches del Octubre Rojo, o de la Revolución Bolchevique en la argentina de los pingüinos, nada me sorprendería en ese momento.

Dentro del vehículo, se desenvolvía un mundo totalmente aislado. Las personas, danzando en la superficie, se movían de una manera tan hipnótica que era de no creer.
Se extiende horas, minutos, segundos. Me reduje a un cáctus, una planta inerte, un adoquín.

El hombre de adelante abre la ventana bruscamente. El viento arrebata mi amorfa cabellera (era de los peinados que frecuentaba, de hecho, lo es). De repente, me siento afuera. Un lecho invisible me sostenía, venciendo a la gravedad.

El foco de atención se traslada al espacio exterior al colectivo. Toda acción sería evadida por mi mirada, mi atención y razonamiento. Podía verme esperando el colectivo con ese pelado de la parada. O aguardar a que el kiosquero me atienda, porque la chica está comprando puchos.

El viaje de vuelta a mi casa puede ser toda una expedición, no?


Uy, me pasé de parada…

martes, 28 de agosto de 2007

Del paralelismo y su rostro.



Combinación líneas C-A (a Plaza de Mayo)...

"Esto es tuyo, pero no es tu 'yo'".

Photo capture: Martín H.

martes, 21 de agosto de 2007

Sueño nº1




Noche de 30 grados centígrados. Cielo despejado completamente, aunque las nubes son como niños e impredecibles.
Avenida de Mayo iluminada a más no poder, con faroles que parecen soles de tamaño pocket. Gente sentada en sillas descartables, una pantalla gigante, proporcional a la grandeza del falo de Corrientes y 9 de Julio.
Juana Molina sonando de fondo, con un fondo azul brillante que robó del mar.
Yo, en un balcón con William, sobre la avenida iluminada. Un balcón antiguo, chico, de esos que se ven en teatros muy serios. El ambiente era denso, porque yo no tenía mi morral.

El balcón estaba ubicado en un edificio de habitaciones similares. Dentro de la habitación de dicho balcón se abría un piso marmolazo, a cuadros blancos y negros. Siguiendo el cuarto, eran seculares las columnas que sostenían el cielo raso decorado con candelabros también antiguos. Y yo seguía sin mi morral.

Las escaleras descendían hasta un suelo de madera que seguía el rastro hasta un escenario iluminado por oro, luz de piedras. Sus respectivos actores se repartían en la superficie. En otros cuartos, el ambiente era otro completamente. Habitaciones de techos altos, piso de maderas. La humedad se había sabido expresar casi artísticamente en los techos, cuando se extendían los dibujos por todas las plataformas posibles. El olor lúgubre de la casa de un muerto se asemejaba mucho a ésta.

Volviendo al exterior, un trapecio se coqueteaba con la gente de los balcones, y me incluyo.
Juana Molina se veía pésima desde nuestra perspectiva. Decidimos esperar a Martín, que llegaba con una camisa azul, cuadrillé, subiendo por unas escaleras angostas.
Nos colgamos los tres del trapecio, y, a pesar de lo graciosa, bizarra e idiota que pareciera la imagen, era lo último que se nos habría ocurrido en ese momento. El trapecio nunca llegó al otro lado de la calle, y nosotros quedamos atrapados en el medio, a una altura bastante considerable. Y yo seguía sin tener mi morral.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Tallos de Flores Secas


Tallos de flores secas, arrancados como pestañas del césped.
La hendija deja ver las marcas en su cara.
Tenías las uñas llenas de tierra, de excavar en tu inconsciente, en la pared.

La rueda de un monociclo aplasta tu rostro, envuelto en suciedades del año veinte.
Salía agua de tu nariz. Agua turbia de nube que opaca tu compresión.

Jalabas de las raíces que sostienen al cervatillo. Una lanza atraviesa su cuello, sin embargo sigue preparando el té.
El conejo y el sombrerero loco terminaron su infinita merienda. Quién sabe algo de Alicia?

Mientras tomaba agua para bañarme de tus manos, pensaba en la grieta del techo. Se caen todas las propiedades en Babilonia.
Acaso sirve cruzar a nado la mar? El flaco no lo creía en realidad. Reía a carcajadas, con un phaser entre las piernas, que temblequeaba su postizo delantal.

Un piano en tu cavidad torácica permite que puedas sonreír. Doscientos años no es tanto tiempo.
Caías del árbol muy seguido. Un día te partiste en dos pedazos. Uno para aclarar los tiempos que nunca pudimos seguir, cuando nos dispersábamos viendo cómo los pájaros comían de sus ojos que perpetuaban la celda de la que no salimos jamás. Otro para preparar la cena, que, ansiosa, aguardaba esa afinación tan deseada y tan odiosa de no alcanzar a los talones de Aquiles, que a su vez jugaban un rol importantísimo en la fotosíntesis del parabrisas.

En resumen, el limpiador no poseía una orilla de cejas, sino que pensaba tanto que su cabeza parecía un motor V ocho. Era por eso que de noche no pudimos pernoctar durante diez minutos. Su estrategia era matarnos del aburrimiento. El marfil alcanzaba su objetivo, estábamos cargados de sustancias alucinógenas. Solo que no habíamos consumido nada, era todo secular. Tan secular que nos perdimos en nuestras casas.

No nos encontramos.

Jay Jay (self-portrait)



Y hace bastante que no escribo líneas para un loco.

El tiempo se llevó casi todo. Lo único que nos queda son unos zapatos roñosos, una bufanda y un dado al cual le falta una cara.
La casa está mas vacía que nunca. El reloj del comedor dejó de funcionar hace tiempo. Desearía, pudieses darte una vuelta por el barrio.

Las sábanas están empolvadas con tu forma, el olor a la ropa recién lavada con las manchas de café que no supieron quitarse.
La heladera, desierta como un hotel de mala muerte. La vecina pregunta por vos, más que nada cuando salgo a la calle a perseguir fantasmas.
Los diarios se apilan de a montones, formando murallas de tinta y papel gris.

Te cuento que de vez en cuando voy al café de Primera Junta, al que solíamos ir a tomar algo. Pero no me acompaña nadie. Me entretengo tejiendo historias con pedazos de conversaciones de otras personas.
Juro que podría quedarme horas, incluso días a hacerlo.

Siempre un joven se detiene en la ventana a ver al viejo loco que habla solo. Yo le respondo clavándole la mirada hasta que desciende la cabeza mugrienta.
Una vez salí a darle las gracias.
El joven me preguntó por qué le agradecía…
Amablemente le contesté “no soy invisible y vos lo notaste”.

Los días en esta época del año son cortos, muy cortos. Y aunque haga frío de cementerio, llevo a mi hermosa Dalia a dar un paseo al parque Chacabuco.
Aunque en realidad camine solo, pegado a mi sombra, me siguen las ilusiones de verla de nuevo.

Ya ni la mujer con la que me casé me llena de la forma que lo hacía. El caminar con la perra que tanto amaba, correteando por ahí…Era una compañía en sí misma.
El día que muere se abre el suelo para mí. Al escribir estas líneas, tal vez recibas la página con manchones, pero son las lágrimas que caen sobre el papel y, éste, tan amablemente sabe recibir.

El auto junta orines de perro, caca de palomas que buscan reposo en el techo ya gastado.

En la cama recordaba el viaje a Chascomús que hicimos antes de que Dalia muriese.

El techo del cuarto parece desplomarse. Ya ni ropa me queda. Tus hijos se llevaron todo lo que encontraron de valor, porque yo les dije que lo hicieran.

Las grietas van superando la pintura, el cuarto que usaba tu hermana está vacío. Regalé los muebles que quedaban y los que no se habían llevado tus pendejos.

Pienso pasar a visitarte en cuanto encuentre el valor para hacerlo.
De los tantos pacientes que supe atender durante mi carrera, nunca me había cruzado con alguien con tus características. Las marcas en la piel, certeras, llevan tu nombre.

Recuerdo también el día que habían atropellado a Dalia. No recuerdo muy bien qué es lo que pasó, pero debe haber sido por la bronca y la mala sangre que me bajó la presión.

La suerte del animal se terminó y la mía la corto yo.

En fin, las líneas para los locos son como una expresión de reflejo, espero que esta carta no llegue a las manos de tu mujer, ya que caería de bruces y se enfermaría, pero ella conoce de mi situación. Y sospecha mi fin desde hace tiempo.

Los secretos salen a la luz en algún momento, y aquel que lea esto, podrá apreciar que la carta tiene idénticos autores y destinatarios.

See you in the morning…

De los Diálogos que Nunca Pudimos Ver con los Ojos Bien Abiertos



-Egea:
"La luz me lastima los ojos, no lo soporto, ni a la luz, ni a ustedes".

-Mariano:
"Nunca me llevé bien con la estupidez, siempre fui menos que mi reputación".

-Navidad:
"No llego, no alcanzo, no aguanto, no pierdo, no tengo, no espero. Te odio".

Ese día no había más que hacer que levantar el teléfono y esperar a que alguien hablara.
Lamentablemente, todos en la habitación eran mudos. Intentaban comunicarse por señas, pero los químicos habían copado los sentidos de todos.
Si hubiésemos sabido que necesitaríamos de ellos no nacíamos en ese lugar.
Llegaba OnoSerMiseria por la frontera, recién salido de su acogedora placenta. No entendía nada de lo que pasaba, no tenía la menor idea.
En el camino se encontró con su primo segundo, que llegaba del Himalaya. Le había contado que costaba caro nacer allá, que él tenía suerte de haber nacido como un híbrido entre una naranja y su madre selva.

Al llegar al lugar no encontró mas que a sus compañeros de útero. Los odiaba.

Cuento del Reloj Fuera de Tiempo


La cubría solamente un vestido muy volátil, que se arremetía hasta llegar a sus rodillas.

Yo pasé por la ventana de su cuarto, me detuve y le di los buenos días a través del cristal, mitad empañado por la humedad y mitad invisible.
Ella me respondió escapando hacia el balcón y regalándome un zapato marrón. Dentro del zapato, había un foco de luz y un rollo de papel, que, al desenvolverse, mostraba efusivamente la frase “quisiera poder hablarte sin sangrar”.

A esta altura del tiempo, el clima era impredecible. De un momento a otro, las lluvias se convertían en un abrasador calor, me ponía nervioso toda esta situación. Comprimí el zapato contra mi pecho, como si intentara escuchar a mi corazón, latiendo al ritmo del metrónomo difuso.

Decidí seguir mi camino. El sol marcó mis pasos hasta la puerta de mi casa.

Me encerré en el armario, para escucharme.
El teléfono no paró de sonar hasta que pude reconectarme con la realidad. Era ella.
Me preguntó si me gustaba colgarme de la luna, y si me importaba que nadie esperara nada de mí. Contesté con un silencio. Aunque lo que se escuchaba en realidad era la interferencia de la conversación de otra señora.

Hablar con una persona como ella era hablar con un sordomudo, imposible si no es a través de señas confusas.

Me sentí saturado por la (no)conversación. Colgué el teléfono, arranqué el cable de la pared y, muy serenamente, lo arrojé al vacío.
El artefacto aterrizó muy cerca de un infante que, jugando, no prestaba atención a posibles objetos que cayeran del cielo.

Bajé las escaleras, al punto de resbalarme y bajarlas aún mas rápido por el accidente.
Me senté en el umbral de mi edificio. Los vecinos me miraban con desprecio. Como si el estar relajado afectase su ansiedad, su aceleración.
De hecho, no estaba nada relajado. Por fuera tenía una expresión serena, pero por dentro estaba a punto de explotar.

Desaparecí. No existía en el tiempo ni en el espacio, aunque, a pesar de ello, podía ver lo que sucedía a mi alrededor. No envejecía y la gente podía caminar a través de mí.